En parques y zonas infantiles, hay un hueco asignado a los tradicionales: los columpios, un juego de niños y mayores mediante el cual podemos mecer nuestro cuerpo por impulso propio o ajeno.
Una cuerda fuerte atada a la rama de un árbol por sus dos extremos ha sido empleada durente años para componer un improvisado columpio, que permite balancearnos al compás del viento.
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